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» Un día, cuando estábamos en Myr, cierto hombre vino a ver a nuestra compañía. Después de la actuación hizo a mi amo una oferta por mí, y por lo visto fue demasiado tentadora para rechazarla. Yo estaba aterrado. Temía que aquel hombre quisiera usarme como había oído que hacían algunos hombres con los niños, pero en realidad lo único que quería de mí era mi miembro. Me dio una pócima que me dejó inmovilizado y sin voz, pero que no aturdió mis sentidos. Cogió una navaja larga y curva, y me lo cortó de raíz mientras entonaba un cántico. Lo vi quemar mis partes en un brasero. Las llamas se tornaron azules, y una voz respondió a su llamada, aunque no entendí las palabras que dijo.
» Cuando hubo terminado conmigo, los comediantes ya se habían marchado. Aquel hombre no tenía ningún interés en mí; ya había servido a sus propósitos, de modo que me echó. Le pregunté qué debía hacer, y me dijo que morirme. Por llevarle la contraria, decidí vivir. Mendigué, robé y vendí las partes de mi cuerpo que aún conservaba. Pronto fui el mejor ladrón de todo Myr, y cuando crecí me di cuenta de que, a menudo, el contenido de la carta que escribe un hombre puede ser más valioso que el contenido de su monedero.
» Pero a menudo sueño con aquella noche, mi señor. No con el hechicero, ni con su navaja, ni siquiera con mis partes ardiendo en el brasero. Sueño con la voz. La voz que salía de las llamas. ¿Qué era? ¿Un dios, un demonio, un truco de conjurador? No sabría deciros, y creo que conozco todos los trucos. Lo único que sé a ciencia cierta es que aquel hombre lo invocó, la voz respondió, y desde aquel día detesto la magia y a todos los que la practican. Si Lord Stannis es uno de ellos, deseo su muerte.
Cuando terminó, cabalgaron en silencio durante largo rato.
—Es una historia pavorosa —dijo Tyrion al final—. Os compadezco.
» Cuando hubo terminado conmigo, los comediantes ya se habían marchado. Aquel hombre no tenía ningún interés en mí; ya había servido a sus propósitos, de modo que me echó. Le pregunté qué debía hacer, y me dijo que morirme. Por llevarle la contraria, decidí vivir. Mendigué, robé y vendí las partes de mi cuerpo que aún conservaba. Pronto fui el mejor ladrón de todo Myr, y cuando crecí me di cuenta de que, a menudo, el contenido de la carta que escribe un hombre puede ser más valioso que el contenido de su monedero.
» Pero a menudo sueño con aquella noche, mi señor. No con el hechicero, ni con su navaja, ni siquiera con mis partes ardiendo en el brasero. Sueño con la voz. La voz que salía de las llamas. ¿Qué era? ¿Un dios, un demonio, un truco de conjurador? No sabría deciros, y creo que conozco todos los trucos. Lo único que sé a ciencia cierta es que aquel hombre lo invocó, la voz respondió, y desde aquel día detesto la magia y a todos los que la practican. Si Lord Stannis es uno de ellos, deseo su muerte.
Cuando terminó, cabalgaron en silencio durante largo rato.
—Es una historia pavorosa —dijo Tyrion al final—. Os compadezco.