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La vida sigue igual
“Unos que nacen, otros morirán. Unos que ríen, otros lloraran.
Agua sin cauces, río sin mar.
Penas y glorias, guerras y paz”.
–Mátenlo ya, acaben con su sufrimiento – decían algunas voces mientras Julio entonaba uno de sus himnos en el palacio de los deportes de Madrid. Se comentaba que su hijo Enrique le había mandado haters.
–¡Mátenlo, es un truhán!
–Es un señor –Lady Madrid lo tenía claro. Él moriría, pero no bajo la turba. Al final, no dejaba de ser su padre. El padre de todos. Desde un lugar privilegiado miraba la audiencia, entregada. Vio a las BD en primera fila.
–¡No lo maten, es nuestro padre! –decía Alba, mientras cuchicheaba algo con su hermana Estel.
Lady Madrid estaba muy satisfecha. Sabía que un concierto de Julio atraería a muchos shenanis. Era una estrella.
“Pocos amigos que son de verdad. Cuantos te halagan si triunfando estás. Y si fracasas bien comprenderás los buenos quedan los demás se …” ¡Chof! Un tomate impactó en el rostro del seductor octogenario.
La música se detuvo. Él miró seriamente.
–Vamos a ver. Tengo que terminar este concierto. Tengo una mujer desnuda esperándome en el camerino.
Los haters aprovecharon esa frase para continuar lanzando tomates. Todos le atizaban.
–¡Caballo viejo! ¡Truhán!
Julio estaba siendo sepultado entre tomates. Poco a poco, perdía el aliento y la vitalidad, hasta que no respiró. Ivhon se iba.
Pero ¡oh! ¡milagro! ¡albricias!
Lady Madrid se divertía mientras veía al público completamente asombrado. La montaña de tomates tembló. Se hizo el silencio. Una tenue vocecilla empezó a emanar…
“Siempre hay porqué vivir, porqué luchaaaaaaar…. al final, la vida sigue igual”. Ivhon se abrió paso entre tomates.
–¡Oh, Amigo! ¡Milagro! ¡Milagro! ¡Papá!–Alba BD no cabía en sí de gozo – Julio está vivo.
“Bamboleooooo ayyyy bamboleia. Porque mi vida yo la prefiero vivir así”
Todo el mundo onfire, coreando a su padre. Pidieron bises. No se los dio.
Cuando acabó la canción, Julio miró fijamente a la grada.
–Les perdono que me quisieran ver muerto. Ahora, perdónenme ustedes a mí. Me voy que tengo que follar.

El efecto mariposa
Desde hacía días andaba taciturna. La muerte de Guti le había afectado. Compartían peluquero que les hacia las balayage y eso une mucho. La culpa no era de la gente había azuzado, ni de los otros jugadores, que se habían venido arriba. La culpa la tenía el VAR.
Cogió el teléfono.
–Dile que se ponga… Yo no me pillo con jeringuilla, me pincho con boli. .. … Es que ya hablaré… No he robado ni he quitado cupones. … Qué ha estudiado, en Harvar? En Osfor? Es que estoy ya harta. Ni que fuera yo Bin Laden. Mira, por Guti yo MA-TO.
Soltó el móvil muy nerviosa, pillo un uber y en seguida encontró la casa que buscaba.
Golpeó la puerta.
–¡Sal ya! Que porque eres un vago y por tu culpa de tu lo mataron al Gutiérrez. No tienes vergüenza. Que me lo ha dicho Lidia que tiene fuentes que apuntan a que fue culpa tuya.
Juan S. se asomó y no daba crédito. La loca de Belén E. estaba allí. Después de la llamadita. Qué obsesiva.
–Vete, Belén, o llamo a la prensa.
–¿Ahora me vas a amenazar? Baja que no tienes lo que hay que tener. Me tienes hasta el moño, me entiendes, hasta el MO-ÑO.
Juan bajó las escaleras, calmando a las vecinas que salían a cotillear. Belén lo esperaba abajo, con una maletita.
–A ver, señora Estaban. Que yo no te conozco, que no sé qué haces aquí.
Ella pasaba y abrió la maletita. Dentro, su línea de sartenes. Cogió las más grandes, las de tortillas de docena de huevos.
A sartenazos se lió con Juan S., hasta que la vida abandonó su desdichado cuerpo escombro y Asha murió.
Belén se miró las sartenes. La gente la miraba. Tenía que hacer un speech.
–¡Demándenme! ¡Demándenme!
En pocos minutos apareció Moda Lef, que había quedado con Belén para intentar convencerla de que invirtiese en sus percebes.
–Pero, qué has hecho, Belén?
–Señores, me he equivocado, me he equivocado. Que me siento mal, pues lo siento, pero no me siento mal.
–Anda, vámonos antes de que te pillen.
Vio un taxi y se subieron.
–A Telecinco–dijo Moda Lef. Necesitaba esos percebes en Madrid como fuese y Belén estaba sacando su propia marca de alimentos con calidad. No la iba a dejar ir hasta que firmase algo que la comprometiese.
El taxi enfiló hacia San Sebastián de los Reyes.
–Por ahí se va a Antena 3 –dijo Belén–. Le hemos dicho Telecinco
El taxi se detuvo junto a una farola rota y miccionada por un ejemplar de cánido. El taxista llevaba una máscara de María José Campanario.
–Vas a morir –dijo, y disparó.
Moda Lef se puso en medio. El disparo le dio de lleno.
–Belén, te he salvado –dijo entre los estertores de la muerte–. Por favor, firma esos papeles para que mi sueño percebeiro se haga realidad.
–Ni de coña –respondió Belén.
El taxista con la cara de María José Campanario empezó a ponerse tenso.
–Si van a discutir, yo me voy.
Moda Lef se arrastró hasta su persona y le arrebató la pistola. Se giró y disparó a Belén.
–Yo por mis percebes MA-TO.
Madelaf y Gerold pasaron, así, a otra vida. No sabemos si mejor, pero probablemente menos intensa.