—Vaya, nuestro Emperador está más loco de lo que pensaba —dijo LV. —Pero no creo que su reinado dure mucho. ¿Os habéis enterado de las noticias del día?
—No, aunque algo insinuó Vitelio de que algunos gobernadores de provincias no le querían reconocer como Emperador. —Dijo Loboblanco.
—Es bastante más grave que eso —contestó Hamsa —En Oriente, Vespasiano se ha proclamado Emperador. En el África Proconsular, Macer ha hecho lo mismo. Las legiones de Britania, aunque de palabra apoyan a Vitelio, parece ser que se lo están jugando a Picto, Picto. Las tropas del Danubio están haciendo lo mismo, no se sabe si finalmente apoyarán a Vespasiano, a Vitelio o nombrarán Emperador a su propio comandante. Se acerca una tormenta de espadas.
—A la tormenta de espadas le acompañará un festín de cuervos en la misma Roma, si no ponemos freno a los planes del Ternero —dijo Theon.
Intervino Madelaf: —En mi país tenemos un dicho para estas situaciones; se podría traducir al latín como “In ludo tronorum, aut vincis aut moris” (En el juego de tronos, o ganas o mueres).
—Muy apropiado, sí señora —dijo LV —En fin, cabe esperar que esta crisis se resuelva rápido y no llegue hasta el invierno.
—No sé si llegar a ver del invierno sus vientos—replicó, en tono fúnebre, Asha.
—Se va a armar un buen Tiberio —dijo Liadriel. Teniendo en cuenta que el reinado de Tiberio había terminado hacía más de treinta años, esa frase era el equivalente a decir “efectiviwonder” en 2021.
—En fin, hemos venido a lo que hemos venido —contestó Aslan —Tenemos unos comicios centuriados que celebrar. ¿Quién pensáis que es el culpable de la muerte de Augustus Kerman?
La votación dio una clara mayoría absoluta para condenar a Lauerys. Ningún otro candidato obtuvo más de un voto.
—Está bien, me habéis cazado —replicó la empresaria —Soy Lauerys, la Chechina Magnífica.
—¡Pero cielito! ¿Cómo es posible? ¿Cómo he podido estar casado con semejante “empresauria” y no darme cuenta? —Replicó, dolido, Aslan.
—Es muy sencillo, cari. Tú estás en contra de Vitelio, y yo estoy a favor. Uno de los dos morirá en la guerra civil y el otro heredará todo su patrimonio. Así duplicaremos el tamaño de nuestra empresa, pase lo que pase. Es la Ley de Concentración del Capital.
—Pero… pero… vamos a ver… los gules… piensa en los niños, ¡los ancianos que morirán! No es igual Vitelio que otro Emperador —contestó, indignado, Loboblanco.
—Vaya, ahora viene un rider a dame lecciones justo antes de morir. Todo el mundo sabe que los gules son criaturas mezquinas y cobardes. No atacarán mansiones con seguridad privada, muros y su propio suministro de agua, desconectado de la red general. A Aslan o a mí, desde luego, no nos iban a pillar. Ah, por cierto. Os aviso de que, si alguno de vosotros sigue mis pasos y consigue acabar con todos vosotros, heredará mi fortuna.
—¡Calla, desgraciada! —intervino la magistrada Sansa. —¡Te ordeno que te calles! ¡Estás intentando crear un imitador!
—Ah, ah, de eso nada —replicó Lau —Todo el mundo sabe que un condenado a muerte tiene derecho a sus últimas palabras. No me puedes castigar al silencio. “Nullum crimen, noella poena sine lege” (No hay delito ni castigo sin ley que lo establezca).
—Sabes mucho de Derecho romano, maldita. ¡No la escuchéis!
—Paso mucho tiempo con abogados, leguleya. Algo se me ha pegado. Bien, pues a lo que iba: tened en cuenta también que, si los gules salen de sus escondrijos, se va a producir un gran cambio en el mercado inmobiliario en Roma. Pensadlo y os daréis cuenta de lo que hay que hacer. Quien esté avispado para esa oportunidad se podrá hacer más rico que Craso. Ahí lo dejo. Y ahora… —Lauerys sacó un frasquito transparente, relleno de mercurio, de los pliegues de su túnica —Mercurio, en tus manos encomiendo mi espíritu. Te he construido numerosas estatuas, he financiado tus templos… ahora es tu turno de hacer algo por mí y llevarme con tus chanclas aladas hasta el Elíseo. Mercurio, ¡quid pro quo! —dijo, bebiendo del frasco.
Los demás romanos dijeron: —¡Quid por culo! ¡Quid por culo! —Intentando deshacer la bendición invocada por Lau, que murió prácticamente en el acto.
Tras este momento de gran tensión, nuestros héroes se fueron a comer, muy satisfechos, con LV Hamsa. Bueno, no todos… Mientras los demás personajes se iban a comer, Sansa y Theon remoloneaban y, entre guiños y sonrisas, se empujaban mutuamente hacia las termas de la casa.
Durante la comida, los personajes empezaron a darse cuenta de lo que habían hecho: ¡se habían librado de la Cupida y la Chechina Magnífica! ¡Ya no había amenaza entre ellos! Alguien empezó a tararear una popular tonadilla patriótica; y es que el himno del Imperio Romano adolecía del grave problema de tener música, pero no letra; por lo que muchos cantantes populares, buscando expresar el sentir patriótico e imperial, se habían lanzado a ese empeño, con mejor o peor fortuna. La cancioncilla de marras era de un cantante que incluso de joven tenía cara de señor mayor, un tal M. Escóbulam, que se había hecho famoso con su éxito “¿Dónde estará mi cuádriga?”
El estribillo de la canción que entonaron entonces los chechinillos rezaba así:
En las tardes de circo soleadas
La gente aclama al gladiador
Y él saluda “Morituri Ave César”
A nuestro divino Emperador.
La arena se enrojecerá
Así es nuestra fiesta imperial.
Pueblo y Senado gritan con fervor
“Que viva el Imperio”
Desde Hispania hasta Asia Menor
“Que viva el Imperio”
Desde Britania hasta el Danubió
“Que viva el Imperio”
Desde el Rin al desierto arabigó
Ro-ma-es-la-me-jor
Mientras tanto, en los baños, la temperatura subía entre Sansa y Theon:
—Oh Theon, qué bien, hemos logrado desenmascarar a la Chechina. Dime algo bonito.
—Si quieres estar con un hombre como yo, no es para que te diga algo bonito.
—¡Respuesta correcta! ¡Qué duro eres, Theon Lobster! ¡Así me gusta! ¡Vamos, embísteme como un ariete a los muros de una ciudad!
Dicho y hecho; el duro y caliente ariete del centurión buscó la húmeda y caliente puerta de la magistrada. Estuvieron un buen rato disfrutando de su pasión en las termas… lo que dio tiempo a otro de los personajes a terminar de comer sin levantar sospechas, acercarse a los recipientes de aromaterapia de las termas y volcar allí una buena dosis de láudano. Los amantes, ya cansados, cayeron en un profundo sueño. El Parvulum Chechinvlvm se acercó al “Frigidarium,” donde se conservaban bloques de agua helada, y la vertió con profusión sobre Sansa y Theon. Después, regresó con los demás como si no pasara nada.
Al cabo de unas dos horas, advertida la larga ausencia del centurión y la magistrada, LV y los chechinillos se acercaron, entre risitas y comentarios picantes, a las termas. Allí la hilaridad cambió por horror, ya que los amantes aparecían inconscientes, con los labios amoratados y los cuerpos ya casi enteramente en las crueles manos de la diosa Hypotermia. Aquí una imagen muy decorosa de la tragedia:
Con un poco de licor, lograron reanimarles unos instantes antes de que muriesen. Sansa sólo acertó a decir “Yo era Sansa la ermitaña.” El centurión dijo: “Me llaman Facundo, porque me quedan segundos… yo fui Theon Lobster el Comodín, antes de ser Oráculo.”
El grupo quedó consternado. Quedaba claro que Lauerys había logrado su objetivo, y un cruel imitador había decidido seguir sus pasos.
—Debemos dirigirnos a las Fosas Ardeatinas sin más dilación —dijo Madelaf. —Si nos quedamos aquí, el Chechinvlvm nos cazará uno a uno (o de dos en dos), como a conejos. Por cierto, los que sois de por aquí, ¿cómo se va a Ardea?
—No te preocupes, Made —contestó Loboblanco. —Desde que fui rider en AMAZONA, siempre lleva conmigo la GPS.
—¿GPS? ¿Eso qué es?
—Guia Perfectissima Stradae. Un mapa de carreteras muy preciso y actualizado. Mirad:
—Ay, no perdonad, esa es la tablilla con las carreteras de Hispania. La de Italia es esta:
El grupo fijó fácilmente la ruta a seguir con la GPS de Loboblanco. Tras dar adecuada sepultura a los tres caídos, emprendieron la marcha, ya avanzada la tarde, hacia la pequeña ciudad de Ardea, al Sudeste de Roma, siguiente etapa de su viaje.