El 12 de abril el Titanic ya estaba en alta mar. El transatlántico navegaba a una velocidad de unos míseros 8 nudos; ya que, debido al sabotaje de la sectaria, el capitán no quería forzar máquinas y deteriorar aún más la banda de estribor del buque. Los mecánicos y carpinteros de a bordo se afanaban desesperadamente en parchear los daños.
Aquel día, nuestros héroes, al ser tan pocos y no quedar ya nadie de tercera clase, coincidieron todos en el desayuno, por lo que hubo una inesperada reunión informal de linchaje.
—Ay, qué bonito el castillo de St. John y qué románticas las riberas del río Shannon —dijo Boubaris. —Me encanta esto de ir de crucero, haciendo escala en los diferentes puertos. ¿Cuál es la siguiente parada?
—Nueva York —le contestó, en tono glacial, Madelaf. Cayó un pesado silencio sobre la compañía. —Se ve que poco te importa el destino, Bou. ¿Acaso es que lo que no quieres es llegar? ¡Yo creo que tú eres el asesino!
—Pues yo creo que es Loboblanco —terció Asha —¿Adónde vas por las noches? Anoche te seguí después del linchamiento, y no volviste a tu camarote. Te subiste a cubierta.
—Fui a aullar a la Luna —respondió en tono ligero el charrúa —Ya sabes, los indígenas latinoamericanos adoramos a la Guidaí y a la Pacha Mama. Y… a los Viracochas también. Por favor, Asha. Seamos serios. Tú eres la malvada aquí, lo tengo clarísimo.
Ellaria dijo: —ATEO POCO POETA. Claro, Loboblanco, un escritor necesita inspirarse en cosas así. Lo que yo creo es… que Boubaris no bajó a Limerick. Se quedó aquí, saboteando el barco. Usando el carbón ardiendo de las calderas para debilitar la estructura del navío.
Boubaris contestó: —Eh, eh, eh, parad el carro. Yo sí he estado en Limerick y tengo pruebas. Mirad, tengo esta taza de recuerdo que me compré ayer. Lo pone bien clarito: “Recuerdo de Irlanda.”
—Bah, eso lo puedes haber comprado en cualquier momento —respondió Madelaf. —“Recuerdo de Irlanda” no prueba nada.
—Pues yo diría que esto sí —replicó de nuevo Boubaris —Es un resguardo de la oficina de Correos de Limerick un telegrama que envié ayer a mi tío Phil en Providence. Mirad la fecha y el día: 11 de abril de 1912, 11:12 AM.
Los demás examinaron el comprobante del telegrama y no pudieron por menos que validar su autenticidad. Así las sospechas se dirigieron a Ellaria, por su acusación tan concreta a Boubaris de haber cometido el sabotaje.
—AMO LA PACIFICA PALOMA —respondió Ellaria, defendiendo su inocencia. Pero fue en balde. Sus compañeros tomaron las tazas de café hirviendo que estaban en la mesa del desayuno y las volcaron “como si fuese un accidente” sobre Ellaria, matándola rápida pero dolorosamente, mientras ella gritaba “¿SON MULAS O CÍVICOS ALUMNOS?”.
La doctora Maple pasó por allí cuando Ellaria acababa de morir y les dijo:
—Yo diría que sois mulas, como decía
Ellaria. Mira que linchar a
la Ermitaña, pobrecita… ¿Es que acaso no os disteis cuenta que todo eso de hablar en palíndromos y cambiar su identidad sexual, escondía a una persona muy retraída e introvertida? ¡Una ERMITAÑA! ¡Es de primero de detective! ¡A ver si lo hacéis mejor mañana!
Aquella noche, Loboblanco Bowleg salió de su camarote a hurtadillas y con los pies descalzos, como era su costumbre. Llegó hasta la misma popa del Titanic, se quitó la camisa para enseñar su musculoso torso, como buen Stripper que era, y empezó a hacer su bailecito ritual, diciendo mientras giraba “Pacha Mama, Pacha Mama” y “Guidaí Bilu, Guidaí Bilu.”
La Sectaria se había tomado en serio lo que se había dicho en el desayuno y había decidido seguir a Loboblanco por si se quedaba efectivamente solo por la noche fuera de su camarote. Su plan tuvo su recompensa. Siguió al escritor uruguayo por las cubiertas del transatlántico hasta verle convenientemente solo aullando a la luz de la Luna. La Sectaria se puso el traje ritual, cogió los trastos de matar y se acercó a su víctima.
—Hola Loboblanco. Ya sabes quién soy y a qué he venido aquí, ¿verdad?
—¡AHHHH! ¡NO! ¡ERES TÚ! ¡NO QUIERO MORIR! ¡NO QUERO MORIR!
—No es cuestión de querer o no querer, Loboblanco. Vas a morir, eso es un hecho. Pero veo que eres un hombre de fe. Yo respeto eso, porque también soy una mujer de fe. Anda, termina tu ritual este a las Cocochas o a la Pacha Mama o lo que sea y disponte a morir dignamente.
Así se dijo y así se hizo. La afilada daga ritual de oro procedente de los insondables abismos de R’Lyeh se cobró un nuevo sacrificio:
Loboblanco, el Stripper.